Dicen que el tiempo lo cura todo, pero la realidad es que el tiempo cura nuestro corazón, pero no nuestra memoria. Puede ser que aquello que alguna vez nos hizo sufrir ya no nos haga daño, pero está ahí y ahí permanecerá. Algo así como cuando uno se rompe un hueso, con el tiempo el hueso se cura, pero el momento de la ruptura siempre está en nuestra memoria y algún rato, cuando existan cambios en el clima, nuestro cuerpo nos recordará que algún día nos quebramos.
¿Por qué el tiempo no limpia nuestra memoria? ¡Todo sería más fácil! Todo evento malo pasaría y no quedaría nada, no habrían secuelas… Como la vez que ese profesor nos humilló frente a todos y nos condenó a tener miedo de hablar en público para siempre… o cuando descubrimos que la persona amada nos engañó y nunca más pudimos confiar en ella… o cuando un amigo se llevó para siempre todos nuestros ahorros y nunca más dimos dinero a quien lo necesitaba… o aquellas palabras hirientes que salieron de la boca del ser amado y que rompieron algo dentro nuestro y terminaron matando el amor.
Hay alguien que nos dice: ¡No te arrepientas de tu cicatrices! ¡Mira las mías! Están en mis muñecas y me recuerdan a ti… yo morí para que tu vivas… yo sufrí para que tú seas salvo… lo que yo sufrí por ti, no cambió lo que siento por ti.
Es por eso que recordamos todo, no para condenar nuestra vida, sino para que cuando veamos que alguien está sufriendo a causa de algo que también a nosotros nos ocurrió, le digamos: ¡Levantate! No dejes que eso te marque de por vida… puedes y debes seguir confiando… puedes y debes seguir amando… puedes y debes seguir creyendo.
No dejemos que los malos momentos guíen nuestra vida… hagamos que los malos momentos se transformen en palabras certeras para que las personas a quienes amamos sufran menos que nosotros… seamos luz, no oscuridad.