El privilegio de enseñar

Me invitaron a dar una clase y sin dudarlo acepté. Debía durar 90 minutos, el tema debía estar relacionado con redes sociales y el lugar, por supuesto, que debía ser internet.

Casualmente, a lo largo de la semana, estuve hablando con mis hijos acerca de la educación y como ésta debía cambiar rápido y radicalmente. Mi hijo menor sigue en colegio, no está pasando clases pero recibe tarea, la hace rápido y listo. Por otro lado, mi hijo mayor está en la universidad, sí está pasando clases, dice que recibe más tarea, pero igual la hace sin mayor dificultad. Aunque su proceso de enseñanza avanza, ambos piensan que no está del todo bien. Ellos, al igual que sus amigos, afirman que buena parte de sus clases son largas, aburridas y no cumplen el objetivo.

De pronto, haber aceptado dar esa clase se convirtió en una mala idea: ¿Cómo dar una clase donde los asistentes terminen satisfechos? Más sabiendo que iban a ser jóvenes adultos,que trabajan con niños y jóvenes, cuyas actividades son al aire libre y, lo peor, no pueden estarse quietos… ¡difícil!

¡Pero no me dio miedo! Hice algo que parece que muchos docentes se han olvidado en esta cuarentena: Revisé mis apuntes de didáctica… y recordé cómo hace años el Dr. Roberto Torres Bertoli, docente de la Universidad Autónoma del Beni, me enseñó que el secreto está en: motivar, transmitir conocimiento e inspirar.

Es tiempo de que todos los docentes vuelvan a las raíces y vean cómo lograr que sus estudiantes quieran y deseen aprender.

Así que diseñé actividades que lograban lo anterior, preparé mis diapositivas y jugué durante toda mis clase con los participantes… sí, a distancia… y los 148 que empezamos la videoconferencia, ¡la terminamos! Fueron 130 minutos (mi error), se nos pasó la hora y ni nos dimos cuenta.

No digas que la distancia y la tecnología no te deje ser lo que eres… tú eres docente y es tiempo de que vuelvas a inspirar, ¡te necesitamos!

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