No importa lo que hayas hecho, no importa el peso que ahora mismo estés cargando, mucho menos el reclamo que empieza con las palabras “si no lo hubieras hecho”, la verdad es que, sin importar lo que sea, déjame decirte que: Un error no define tu vida.
Dicen que “un hecho vale más que mil palabras” y aunque eso es verdad, también deberíamos entender que “mil hechos valen más que un solo hecho”; es decir, UNA sola cosa, UN error, no debería anular todo lo bueno que una persona ha hecho en su vida… y, sin embargo, muchas veces lo hace.
Que gustarnos a los humanos etiquetar todo: Sirve o no sirve, bueno o malo, blanco o negro. Etiquetamos a todos hasta que alguien llega y termina haciendo lo mismo con nosotros, nos etiqueta. Ese momento, el rato que alguien nos pone una etiqueta y justo ésta es negativa, ahí recordamos que existen varias tonalidades de grises, que algo no es blanco o negro y, por tanto, nosotros tampoco lo somos. ¡Reclamamos! Tratamos de hacer notar que ese error, que esa mancha, no es lo que somos, pero al final, muchas veces, esa mancha termina cambiándolo todo.
Y es que hay errores y errores, ¿no?
No es lo mismo, en un momento de ira, levantar la voz contra tu pareja que levantar la mano. No es lo mismo, en un momento de calentura, hablar con alguien que acostarse con alguien. No es lo mismo, en un momento de necesidad, robar un pan que robar millones. Y así, con ejemplos como éstos, puedo llenar un libro… y no es que un error pequeño no es un error, ¡claro que lo es! Error es error, pecado es pecado.
Y, sin embargo, sin importar el pecado, la magnitud de la “metida de pata”, un error no define tu vida… aunque si puede cambiarla.
He conocido personas que han hecho algo, han cometido un error, que les ha cambiado su vida. Yo mismo, aun sabiendo que algo estaba mal, he terminado haciéndolo y, al final, he terminado cambiando mi vida.
Y aunque lo anterior podría pensarse que está bien, que lo que se hace se paga; muchas veces, al dar el castigo, al juzgar a alguien, al pedir el pago de sus acciones, terminamos etiquetando a ese ser humano. Es bueno o es malo, sirve o no sirve. Así de simple, sin importar el tamaño del error, olvidándonos que existen varias tonalidades de grises, juzgamos y castigamos a alguien de una manera tan simplista que, por un solo acto, por un solo error, borramos todo lo bueno que seguramente hizo y, de paso, borramos todo lo bueno que podría seguir haciendo en el futuro.
Así que cuando eso te ocurra, cuando alguien tenga la osadía de etiquetarte como bueno o malo por un solo acto, por un solo error, recuerda que: Un error no define tu vida.
Mírzá Aḥmad Sohráb, un autor persa-americano, dijo que: “No hay santo sin pecado, ni pecador sin futuro”. ¡Que frase! ¿No? Todos, incluso los más santos, han cometido errores en su pasado, algunos tan terribles que incluso cegaron la vida de otros; pero llegó un momento, después de su pecado, justo en el momento que eran más pecadores, que decidieron continuar, se sacudieron las etiquetas que los demás les pusieron y construyeron un futuro de santidad.
Los errores, los pecados, se pagan… pero eso no significa que no tengas un futuro.
Por tanto, no importa lo que hayas hecho, menos aún si lo hiciste una sola vez, recuerda que tu futuro puede ser brillante… no, un error no define tu vida… un error no es nada más que un tropiezo que puede llevarte a lo más hondo de tu existencia… y cuando estés ahí, en el fondo, juzgado por todos, recuerda que esa mancha no eres tú, recuerda que hay un futuro.
¡Levántate! ¡Pon tu frente en alto! Acepta tu error, paga el castigo… y hoy, ahora mismo, empieza a construir tu nuevo futuro.